Utilizo a Navalny como símbolo de los héroes que luchan por un ideal. Nadie puede le puede negar la condición de héroe, puesto que se dejó atrapar precisamente como forma de negarse a dialogar con Putin, que es lo que habría sido ponerse a salvo. Fue asesinado, claro. Putin es un mafioso, asesino y despreciable. Hacer tratos con él es pasar por encima de Navalny.
Otros héroes, que afortunadamente siguen vivos, son María Corina Machado y Volodimir Zelenski. También han dado un paso al frente para defender a sus países de la tiranía de unos monstruos infames. Ella ha sabido movilizar a la mayoría de los venezolanos en contra de Maduro, que es un tipo tan cruel y criminal como Putin. Por su parte, Zelenski sacó a relucir su parte heroica y frenó lo que en un principio iba a ser un paseo militar para los rusos. Ha sabido, además, motivar a los países democráticos para que lo ayuden.
Y ha llegado Trump, cuyo comportamiento se asemeja al de los hombres de negocios que solo tienen en cuenta el potencial de cada uno. Por supuesto que Maduro y Putin tienen más potencial que sus respectivos rivales, pero a ninguno de esos dos se les puede considerar personas, porque son bichos repugnantes y tratar con ellos es ponerse a su altura. Torturan y matan sin sofocarse y sin que les tiemble el pulso.
No sabemos si Trump ha sabido calibrar a Machado y Zelenski, que seguramente están dispuestos a dejarse matar antes que rendirse. Y no sabemos cómo reaccionarían los votantes del mundo, incluidos los estadounidenses ante esta eventualidad. Cabe suponer que si Trump es un negociante su instinto le hará captar la circunstancia y hará girar el timón hacia el otro lado. Ni Maduro ni Putin deben cantar victoria tan pronto, porque sus rivales, al contrario que ellos, que son minúsculos, son enormes.