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Estudió Derecho y llegó a opositar para ingresar en la judicatura, pero siempre escribía "por necesidad, porque le ayudaba a entenderse". Hadassa Fernández Fariña (Barcelona, 4 de febrero de 1987) terminó rendida a las letras. "Ya sabes, lo que nos gusta acaba empujándonos. Me trasladé a Madrid para cursar el Máster de Narrativa de la Escuela de Escritores, a la que estaré eternamente agradecida. Me abrí a ese deseo que estaba en mí, porque mi forma de ver la vida tenía más que ver con contar historias, era muy creativa", cuenta.
Una vez que dio crédito a su verdadera vocación completó su formación como profesora de Escritura Creativa en el III Teachers Training Course que la EACWP imparte en Bélgica cada año. En sus talleres, las alumnas siempre le pedían que organizara un retiro para compartir y conocerse mejor. "En 2016 yo me fui a Allariz, en Galicia, para terminar un libro y me concentré muchísimo pero me sentí muy sola. Fue todo muy mágico, con el sonido del río, pero eché de menos compartirlo con alguien más. Y esa semilla quedó ahí. Años después, que tenía un grupo de mujeres con inquietudes similares, pensé que podía ser interesante y empecé a buscar".
No encontró nada similar en internet, así que lanzó la idea: Retiro de escritoras. Se apuntaron nada menos que 200 mujeres. "Me creé una web y reservé una casa en Candeleda, un sitio precioso en Ávila. Pero al ver que se había llenado tan rápido, reservé otras dos fechas y las plazas también volaron. Al final se ha convertido en mi profesión, porque muchas de las chicas que vienen a los talleres querían seguir conmigo y lancé una escuela online. Es maravilloso poder ganarte la vida con aquello que te apasiona", sonríe la escritora.
¿Por qué sólo mujeres?
Cada vez más animadas a crear comunidad, son las mujeres quienes se apuntan a este tipo de iniciativas. Fernández Fariña explica que un retiro de escritoras no es sólo un espacio para crear, sino un viaje hacia una misma, donde las historias que llevan dentro encuentran por fin su voz. "Hay una necesidad vital de conectar entre las mujeres, vienen desde los 19 años hasta los 73 y de todas las profesiones: médicos, ingenieras, profesoras, periodistas... Es muy variado". La escritura también es un acto de introspección, un refugio y una terapia que después comparten distintas generaciones. "Me adentro mucho en lo emocional y respiro que a todas la escritura les sana, hayan publicado tres novelas o no hayan escrito nunca. Se inspiran unas a otras".
Lo que más le ha sorprendido en estos encuentros no es únicamente que se creen lazos mágicos y surjan nuevas amistades entre quienes no se conocían. "Muchas mujeres escriben de forma secreta, sin que lo sepa nadie, ni siquiera su pareja o su familia", desvela. Algunas incluso desde muy pequeñas. "Ellas no se llaman escritoras, pero sí lo son, porque vienen con un montón de material". Recuerda a una señora mayor que tenía sus textos plastificados. "Para ella era importante pero no lo mostraba. Lo leyó y me puse a llorar. Había empleado herramientas técnicas que se aprenden en años, sin saberlo. Le pedí que empezara a creérselo".
Así es un retiro literario
A otras les anima su red de confianza, tras ver su talento. Y otras tienen la inquietud, aunque no hayan publicado nunca. "Ven Retiro de escritoras y algo les mueve por ver qué son capaces de hacer y es maravilloso lo que sale". Cuando se apuntan acceden a un formulario para conocer sus inquietudes, por ejemplo, si tienen un problema con la trama.
Los viernes Fernández Fariña propone un ejercicio de cinco horas con papel y bolígrafo, "porque no es lo mismo en ordenador", asegura. "Lo puede hacer desde un pintor hasta un músico, cualquier creativo. Una dinámica de responder muchas preguntas que yo voy haciendo para terminar metiéndote en la piel de un personaje. De aquí han salido ideas de novela, aunque vinieran sin ideas ni foco".
Al día siguiente, tienen ocho horas para escribir. "Todo el tiempo del mundo por delante para enfrentarte a bloqueos, rodearte de otras mujeres que están como tú y darte un paseo donde surja una charla que te ayude, dejo libros por allí para que puedan inspirarse... Y yo me reúno con cada una de ellas a lo largo del día en una tutoría personal", explica. A veces les dan las tantas y tiene que pedirles que paren para cenar.
El domingo, además de escribir otras dos horas, muy bien aprovechadas, cierran con una mesa redonda. "Cada una expone lo que ha aprendido, lo que ha visto y lo que se lleva. Acaban recomendándose libros, películas, series, obras de arte... Es súper enriquecedor. Finaliza siendo un fin de semana donde parece que nos conocíamos de antes".
La magia de la escritura
Ya son 23 retiros con más de 250 mujeres y nunca ha habido ningún problema. Las ideas no paran de brotar en la mente de esta inquieta escritora que hace las veces de relaciones públicas. "Voy a montar la primera residencia de escritura de una semana, y a ver qué ocurre". Los lugares tienen que respirar paz y busca que la sala de escritura sea diferente a otros espacios donde se come o se duerme. Tiene casas fichadas en Galicia, Barcelona y cerca de Madrid, pero ahora empieza a recibir peticiones en sentido contrario: lugares que quieren alojar sus retiros. "Estoy diseñando nuevas experiencias literarias para mujeres y ahí caben muchísimas cosas, todas muy enriquecedoras".
Por ejemplo, su Camino de Santiago literario o sus cursos de escritura nocturna, donde invita a escritoras de nueve de la noche hasta las dos de la madrugada. "En el próximo viene Julia Viejo, en una editorial, que es un sitio precioso, pongo velas y hago toda una parafernalia porque uso fragmentos de escritoras que se inspiraban en la noche". Va creciendo y no tiene techo. "Ahora se vuelven a enviar cartas o se escribe para agradecer lo que tienes. Se trata de ver esa pulsión dentro de ti. Tiene un carácter terapéutico, porque hasta la que escribe novela lo hace para liberar, reparar o resignificar". A esa conclusión llegan juntas. Como en cualquier arte, la vertiente artística tiene este poder de terapia.
"La energía que se crea en estos ambientes es necesaria para emprender un proyecto personal. Es como una sala llena de espejos donde podemos vernos las unas a las otras. Nos sentimos poderosas porque nos permitimos ser en un espacio seguro donde nos abrimos sin miedo. Es inevitable, de hecho, que acabemos contándonos nuestra vida". Un ejemplo de cómo las mujeres, al compartir sus historias y apoyarse mutuamente, pueden crear un cambio real en el mundo literario y más allá. "Mi intención es que se pueda aprender de las demás, leer a la otra, conectar con su voz, aprender de sus historias y de sus errores como si fueran los nuestros".
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